jueves, 11 de febrero de 2021

EL ODIO A DIOS



Los médicos, psiquiatras, psicólogos, y otros profesionales dedicados al estudio del comportamiento humano y sus consecuencias sostienen que el odio es un sentimiento destructivo para quien lo siente y no para quien es dirigido.
Los parapsicólogos, religiosis, y otros  dedicados al mismo estudio sostienen que el sentimiento de una persona hacia otra puede influir. Le llaman maldición.
En cambio una de las Leyes de Pardo dice que el odio puede destruir a quien lo siente, y  a quien va dirigido, pero debe existir una polaridad opuesta.
Una polaridad positiva puede influir en una negativa, y a la inversa.  Nunca hay infuencia entre la misma polaridad aunque el potencial sea distinto. En consecuencia se debe tener en cuenta la polaridad, el potencial y la intensidad.
Personas muy odiadas son perjudicadas cuando los parámetros mencionados aumentan su nivel. Por ejemplo Adof Hitler fue destruido por su adversidad, la resultante fue perjudicial para él.
Así como este ejemplo toda persona puede ser destruida, lo quiera o no lo quiera, aún siendo buena o mala.
Este principio puede aplicarse a todo lo que existe. Algunos creen en la ley de atracción, "lo que uno quiere tiene más posibilidades en función a la energía que se disponga". Esto sería análoga a la ley de destrucción" motivada por el odio, lo que se quiere según lo explicado se tiene. 
Según las leyes de Pardo el objetivo de Dios no es construir, ya que si así fuese nada se destruiria. "Dios construye para poder destruir". 
La polaridad de Dios es negativa, de un alto potencial, e intensidad.
Si su polaridad fuese positiva solo existiria la construcción, no sería necesario destruir algo para construir otra cosa, todo lo bueno existiría, y siempre. No existiría el Mal y su consecuente dolor y sufrimiento.
Si la humanidad dispusiera toda la energía en odiar a Dios su espíritu se destruiría. Los religiosos obligan a amar a Dios porque son complices de su maldad y esperan beneficios.
Los "fieles" religiosos son corderos en sacrificio pero no lo saben.
Cuando se produzca esta conversión no existirá el mal en la tierra. El hombre no es malo porque quiere sino porque Dios lo hizo malo. El odio debe ser dirigido a Dios y no a sus víctimas. 
Cuando el hombre tome consciencia de esta realidad tapada por la religión, el hombre aprenderá a maldecir a la causa y no al efecto. El hombre realmente perdonará a su enemigo y éste entenderá que no lo era. Sin dudas el mal terminará. Ya no existirá el perdón, sin el mal no hay a quién perdonar, o a quién castigar.





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